Ya dejada bien atrás la campaña y las clásicas, tan conocidas que casi reconfortantes retahílas de los vencedores y vencidos empiezan éstos una campaña bien distinta, aunque eso sí, bien ceñida ésta a sus mínimos ideológicos, no vaya a ser que a algún avispado con algo de repercusión mediática les acusase de la peor de las maldades, la incoherencia.
Y así es, que siguiendo estos mínimos, comienzan a disparar mediante sus armas mediáticas, canales de televisión, radio y prensa escrita con una sospechosamente alta participación de capital por sus respectivas partes políticas, toda clase de artículos directos a nuestro corazón, para así despertar y aprovechar uno de nuestros más primarios y naturales instintos, el odio.
Bien apuntados y dirigidos maestralmente, certeros, artículos, reportajes, entrevistas y publicaciones que desde ambos lados de esta cancha bipartidista intentan, y muy a menudo consiguen, despertar ese odio latente en nosotros contra esos corruptos e ineptos rojos o o por contra esos desalmados y egoístas fachas.
Los nacionalismos no se quedan atrás, pues hay pastel para repartir entre todos, y cuanto más grande sea el trozo correspondido, mejor, así que venga, a alimentar y sacar ese odio contra los agarraos y ricachones asquerosos catalanes o los vagos y aprovechados andaluces.
Corrupción, autopistas de pago, recortes para unos en un lado y también para otros en otros ámbitos pero dejando bien clarito que es por culpa de los otros. Todos apuntándose con el dedo para que le sigamos y así nos olvidemos de que nos siguen robando, que lo seguirán haciendo y que dada su corta y limitada visión de futuro, forjada por el hábito y las exigencias de su único trabajo y profesión conocida, la política, no verán más allá de llenar sus barrigas cada cuatro años.
Y nosotros como tontos caemos. Nos dejamos embriagar como si de un Barça-Madrid se tratase, pero sin perjuicio de éste, que la voluntad por informarse de algunos no va más allá de la prensa deportiva, por favor, no se vayan a quedar fuera.
No quiero decir con ésto que esos casos de corrupción o abusos no deban salir a la luz, y que el pueblo, las personas, no debamos indignarnos por ellos. Simplemente me gustaría invitar a todo el mundo a dar un paso atrás y ver esa jugada maestra gracias a la cuál se acuñó la bien ibérica expresión de “cabeza de turco”. A pensar “Si esto es de lo que nos dejan enterarnos, qué no habrá detrás de ello”.
No perdamos la perspectiva, los andaluces, catalanes, vascos, rojos y fascistas, todos somos personas, o al menos lo somos en potencia, y aquí los que están estrujándonos son otros. Y no es que estén carentes de nacionalidad o ideología, todo lo contrario, es simplemente que dada su condición de políticos de carrera, viven en un mundo y sociedad totalmente dispar del que se encuentra el pueblo. Una nueva aristocracia dispuesta a refundar el despotismo ilustrado, pero sin la ilustración, no vaya a ser que se caiga en los errores del pasado. Que la masa culta se comporta de forma demasiado imprevisible y así no se puede robar a gusto.
De manera que os invito a compartir mi visión, esa donde se dejan esos odios de siglos pasados atrás. Esa donde se ven los problemas y ambas partes cooperan para encontrar soluciones justas y beneficiosas para todos. Donde el sistema y mercado trabajan para la sociedad y no al revés. Donde se asume que la ciencia y la tecnología es lo que nos va a salvar, como ha demostrado a lo largo de la historia, del hambre y las enfermedades y en un futuro más o menos lejano, nos permita evitar o huir de que caiga ese meteorito que mande a la mierda el planeta o alguna de tantas otras calamidades cósmicas (palabra de Stephen Hawkings, amén). Algo que desde luego, mientras estemos distraídos odiándonos, no vamos a conseguir.